El rostro de la pintora mexicana Frida Kahlo quedó plasmado en las cortinas metálicas de un negocio de vestidos en la calle Mesones del Centro Histórico de Ciudad de México. A unas cuantas calles de allí, está pintado en un local una calavera con un sombrero de charro que baila mientras otra calaca —como le llaman en México— toca un instrumento musical; a su lado, dos esqueletos humanos chocan sus tarros aparentando decir "¡salud!".
El arte callejero ha transformado cientos de cortinas de joyerías, zapaterías, restaurantes, tiendas de telas y vestidos del Centro Histórico, en calles que son muy concurridas durante el día, pero que conforme anochece, se van quedando vacías.
En esta histórica zona de la capital del país, declarada Patrimonio Cultural por la Unesco, la expansión del arte urbano no es solo un intento por atraer más turistas, sino que tiene el propósito de recuperar el espacio público y reforzar los lazos de la comunidad.
En diciembre del año pasado, cuando llegó la actual Administración, 98 % de los inmuebles tenían algún tipo de 'grafiti ilegal', de acuerdo con Dunia Ludlowd Deloya, coordinadora general de la autoridad del Centro Histórico. Únicamente se salvaban de las pintas algunos edificios históricos, como el Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana, el Congreso local y el edificio del Gobierno de Ciudad de México.
El Gobierno de la capital junto a comerciantes y colectivos de artistas han logrado juntos intervenir más de 230 cortinas de comercios, aunque la apuesta de la Actual Administración es llegar hasta los 1 mil negocios y crear 'la galería de arte urbano más grande del mundo'.
El proceso de intervención en el 'Perímetro A' es el siguiente: el Gobierno contacta al colectivo de artistas urbanos, ellos se ponen de acuerdo con el empresario del local para saber qué diseño quieren, toman medidas, diseñan un boceto al comerciante y después lo plasman en la cortina. Para lograrlo, los comerciantes pagan al artista que diseñó el dibujo de la cortina, el Gobierno aporta el equipo y algunos empresarios donan el revestimiento 'antigrafiti'.
El nuevo paisaje en los comercios del Centro Histórico ha atrapado la mirada de los oficinistas, de los turistas extranjeros que se enamoran de estas ruidosas calles y de los trabajadores que se desplazan a esta zona de la capital, aunque siempre exista uno que otro distraído.
Raúl, un señor de más de 60 años que se dedica a lustrar zapatos en avenida 5 de mayo, se fue de vacaciones durante dos semanas y apenas regresó el lunes. Son las 10:00 de la mañana del martes y hasta ahora se da cuenta que atrás de él hay un grafiti en toda una cortina de un negocio. "Se ve bien, mejor eso a las pinches pintarrajeadas", dice.
Además de las Fridas y las calaveras, en las cortinas sobresalen mujeres de distintas edades, muchas flores, limones y quesadillas, un corazón que late rodeado de flores moradas, barriles de madera, bebidas que simulan ser pulque y diversos animales de agua y tierra.
Afuera de una zapatería, dos pescados aparecen colgados como si los acabaran de sacar del mar. Diego, de aproximadamente 30 años, está acompañado de una joven, a la espera de que abra el negocio en el que trabaja. Dice que el dibujo que observa cada mañana al llegar le gusta mucho, aunque sin empacho alguno admite que prefiere los grafitis de la competencia, los de la zapatería León.
"Están muy padres, le dan vida al Centro, ahora sí que le dan historia", dice Diego, a unos metros del Templo Mayor de Tenochtitlán, la ciudad que fundaron los mexicas —conocidos como aztecas— en el año 1325.
Para Dunia Ludlowd Deloya, la coordinadora general de la autoridad del Centro Histórico, la propuesta de intervención en las cortinas de comercios también tiene otro propósito elemental: que los artistas urbanos encuentren un espacio en donde plasmar su creatividad y expresar su manera de ver el mundo.
El Gobierno de la capital espera que con estas intervenciones sea más difícil que se realicen 'grafitis ilegales' en los comercios del Centro Histórico. No parece una tarea fácil para una señora que barre a unas cuantas calles de la Catedral, quien después de años de experiencia en los servicios de limpia calcula que en una semana vendrán a pintarrajearlos 'los rebeldes sin causa', como ella les llama a las personas que dejan su marca en las paredes de la capital mexicana.
La señora, que viste un uniforme que tapa todo su cuerpo, continúa barriendo mientras los automóviles comienzan a poblar las históricas calles de la capital, símbolo inequívoco de que, a esta hora, la Ciudad de México ya despertó.
Los comercios comienzan a abrir y los amantes del arte urbano, los paseantes y los distraídos tendrán que esperar hasta que anochezca para poder ver los 'grafitis legales' que llegaron a darle otro atractivo turístico al corazón de la ciudad.
Con información actualidad.rt.com
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18 de febrero de 2020
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