Cerca de 7 millones de personas mueren cada año en el mundo por la exposición a las partículas finas contenidas en el aire contaminado, "las cuales penetran profundamente en los pulmones y el sistema cardiovascular y provocan enfermedades como accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, cáncer de pulmón, neumopatía obstructiva crónica e infecciones respiratorias", estima la Organización Mundial de la Salud.
Las ciudades más contaminadas en el mundo están en Asia, en países como India, Pakistán, China y Bangladesh, según un informe publicado en marzo pasado por IQAir AirVisual. Sin embargo, las urbes de Sudamérica no escapan a ello, metrópolis de Chile, Perú, Brasil y Colombia, que son las que están en este documento, tiene altos índices de contaminación del aire. También, lugares de Ecuador, como su capital, Quito, también entran en el ranking, según otro estudio, que presentó la OMS hace apenas tres años.
Queenny López y Gabriela Samaniego, dos ecuatorianas que se conocieron en su maestría en Biociencias Aplicadas, con mención en Biodescubrimiento en la Escuela Politécnica Nacional en Quito, idearon un filtro con microalgas para contribuir con la descontaminación atmosférica con alta eficiencia.
"Los biofiltros funcionan como un árbol, porque las microalgas son organismos verdes que realizan fotosíntesis; entonces, absorben el dióxido de carbono (CO2) y producen oxígeno en su lugar", explica López, en entrevista con RT.
Algas que las inspiraron
Su bioemprendimiento lleva por nombre Anuka, que en kichwa, una de las lenguas indígenas de Ecuador, quiere decir "alga".
Samaniego explica que "el 70 % del oxígeno que se produce en el mundo no viene de los árboles, viene de los océanos y, netamente, de las microalgas" que ahí se encuentran"; además, estos microorganismos "tienen una capacidad hasta 100 veces mayor que los árboles de absorber el CO2 y transformarlo en oxígeno". Ahí nació la inspiración para fabricar este filtro, "porque no es lo mismo sembrar un millón de árboles, que tener una solución mucho más práctica".
El potencial que estas jóvenes vieron en las microalgas también se fortaleció por el hábitat en el que hallaron algunas en el país. "Fueron encontradas en un ecosistema extremo del Ecuador, que son aguas termales, donde es difícil que ciertos organismos vivan bajo condiciones de altos contenidos de azufre, altas temperaturas y poca disponibilidad de luz".
Su idea inicial fue hacer filtros para tubos de escape de los automóviles, a base de las microalgas, pero luego se dieron cuenta que "tenía mucho más impacto hacer biofiltros para colocarlos en la ciudad para absorber el CO2 de un montón de autos y no solo de uno", dijo López.
Una torre cilíndrica
El filtro —explica López— es una torre cilíndrica, de 50 centímetros de diámetro y 2 metros de alto, fabricada después de hacer "cálculos bioquímicos" para que las algas se mantengan bien, saludables, porque son seres bastante sensibles; "cálculos mecánicos", relacionados con la resistencia de materiales, la transparencia para recibir la irradiación; y "cálculos hidrodinámicos", para que la mezcla dentro del filtro sea también uniforme.
La investigadora detalla que la torre tiene en su base una bomba, que absorbe el CO2; de ahí pasa a un filtro físico, que retiene material particulado, óxidos de nitrógeno y azufre y otros microorganismos.
El CO2 continúa su camino y, del filtro, pasa a un aspersor, que lo hace burbujear y permite que sea disuelto en la torre que tiene agua, nutrientes y microalgas.
En la parte de arriba, la torre tiene una campana semipermeable, que permite la salida del oxígeno, pero no permite la entrada de aire ni de microorganismos, para evitar contaminación.
Dentro de las torres, las microalgas, al igual que en su entorno natural, hacen "meiosis, se dividen, se multiplican", dice López y señala que va a llegr un momento que el entorno donde están creciendo quede saturado.
Samaniego explica, al suceder eso, cosechan parte de los nuevos organismos que se han producido, los cuales se pueden usar para otras cosas, como hacer biopolímeros, tinturas, cosméticos, alimentos con alta concentración de proteínas, entre otros. Entonces —dice— "tenemos como dos impactos, absorción de la concentración de CO2 en el ambiente y, a la vez, tenemos una materia prima para poder hacer otras aplicaciones, a partir del crecimiento de las microalgas".
Instalación en la ciudad
"Va a estar en un lugar donde hay bastante tránsito de automóviles dentro del parqueadero. La idea con esto, es evitar la dispersión del CO2 y de los materiales particulados, de los óxidos de nitrógeno y de azufre hacia el ambiente y tomarlos en la fuente, antes de que sean liberados", menciona López.
La idea, posteriormente, es ubicar los biofiltros en partes de la urbe donde no haya un parque o donde no se pueda plantar un árbol. Principalmente —dice López— "en zonas altamente contaminadas de la ciudad, para contribuir con la mitigación del cambio climático".
Samaniego explica que, inicialmente, habían pensado hacer todas las torres de vidrio; sin embargo, esta idea cambió al tomar en cuenta que serán colocadas en espacios públicos.
Dijo que mantendrán el vidrio para las torres que serán colocadas en lugares seguros, donde no estén expuestas a golpes o choques de automóviles; y "una mezcla de vidrio con plástico", donde este otro material sirva par amortiguar agresiones, para zonas muy transitadas.
Ingenio premiado
"Creo que es una solución bastante prometedora [...] es aplicable y replicable en todo el mundo, no es difícil, no es caro y es accesible", mencionó Samaniego.
Actualmente, estas ecuatorianas participan con Anuka en la competencia GIST Tech, un concurso a nivel global sobre ciencia, tecnología e innovación. De 500 postulantes, ocupan un lugar entre los 24 finalistas y esperan la premiación que se realizará este mes de abril en Baréin.
En noviembre de 2017, Anuka fue uno de los tres ganadores del concurso Reto de Emprendimiento Urbano, realizado por el coworking ecuatoriano IMPAQTO y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
También fueron uno de los 10 ganadores en "Mujeres por el clima de Quito", reto que es parte del programa Women4Climate (Mujeres por el Clima) del Grupo de Liderazgo Climático, conocido como el C40.
Estuvieron entre los 500 mejores proyectos de los premios Latinoamérica Verde, que se entregaron en Guayaquil, Ecuador; y entre los 100 jóvenes líderes de biotecnología en la Cumbre Latinoamericana de Biotecnología (AllBiotech), realizada en Guanajuato, México.
Con información Agencia RT
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18 de febrero de 2020
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